Yo [Mis Arboles]

Hoy desayuné con Javier, él desde su oficina, yo desde mi taller, en mi casa.
No hace falta estar sentados frente a la misma mesa para poder compartir un café, un mate o un abrazo.
Hay cuerpos que comparten camas cuyas almas están a millones de años luz de distancia.
Hoy le conté a Javi que hubiese querido tener muchos hermanos. Que mi amiga de la infancia vivía en una casa llena de hermanos y perros y abuelos y almuerzos y ruido.
Que en mi casa había mucho silencio.
Lo que no le conté es que mi amiga, tenía un abuelo que parecía Papá Noel, y que vivíamos sobre una calle empedrada de veredas anchas y llena de plátanos y de sombra, y que Don Bernardo todas las tardes de primavera, sacaba su silla, la ubicaba debajo de los árboles, se desabrochaba el botón del pantalón para estar más cómodo y ahí, sentado en silencio, se fundía con la sombra y las ramas llenas de brotes, y el empedrado y los pájaros y nuestras risas mientras cantábamos a gritos o jugábamos a la rayuela.
Tampoco le conté que un día, cuando el progreso decidió que las calles de asfalto eran mejor que las empedradas, y que las veredas angostas mejor que las anchas, vino la vida a quitarle a Don Bernardo su sombra, sus plátanos, sus ramas, sus brotes, sus tardes bajo sus árboles, su silencio....
El día que los plátanos de su vida fueron arrancados frente a sus ojos, Don Bernardo lloró en silencio, sentado en su silla, con el botón de su pantalón desabrochado, para estar más cómodo, pero ya no bajo la sombra de sus ramas.
Hoy no le conté a Javi que pensar en los plátanos y su sombra y en Don Bernardo y en su llanto mientras le arrancaban su historia y en las calles empedradas y las veredas anchas de mi infancia me llenaron el corazón de nostalgia.

 


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